El mundo está experimentando cambios que afectan a los distintos grupos y áreas de la sociedad. Uno de los mayores cambios es el aumento de la esperanza de vida y su consiguiente envejecimiento de la población. El envejecimiento demográfico de la población, en este caso europea, conlleva un gran desafío. De hecho, según el Instituto Nacional de Estadística (INE), la esperanza de vida en España en 2019 es de 83,24 años y según las estadísticas de las Naciones Unidas previsiblemente va a aumentar aún más en los próximos años. La realidad es que cada vez hay más mayores, con lo cual se han convertido en una parte muy importante de la sociedad.

La población mayor tiene que estar continuamente adaptándose a los rápidos cambios de la sociedad, a nuevos estilos de vida y maneras de socializar que han sido modificados, aún si cabe más, desde que aparecieron las nuevas tecnologías. La via para poder adaptarse adecuadamente a los desafíos que presentan las nuevas tecnologías y otros cambios sociales, políticos y económicos es la educación.  La educación nos permite «formar al individuo desde la niñez para su desarrollo e interacción en las sociedad».

Sin embargo, la educación esta muy presente en la etapa de la niñez y adolescencia pero es mucho menos común entre los adultos y mayores. La educación de adultos se inició en Europa y Estados Unidos de forma tardía si lo comparamos con la educación de niños y jóvenes. Para hablar de educación de adultos nos podemos remontar al año 1833, cuando Alexander Kapp acuñó la palabra «andragogía», sin embargo no es hasta el siglo XX que empieza a usarse con más regularidad para referirse a todo aquello que envuelve la instrucción de personas adultas y su pedagogía.

En nuestra sociedad no son pocas las personas mayores, que por desinformación viven ancladas en un modelo deficitario de vejez. A lo largo de nuestra vida, nos tiene que acompañar la educación para así adquirir nuevas destrezas y habilidades que exige la sociedad del conocimiento. En ese sentido, la educación transformadora se convierte en un recurso básico para vivir la vejez (Alonso D. et al).

La educación para personas mayores cada vez tiene más importancia en una sociedad que envejece. Poco a poco, se ha ido reconociendo la educación de adultos como una prioridad tanto política como socioeconómica. Se busca que los mayores desarrollen un crecimiento personal y que aprovechen de manera eficiente sus propias potencialidades individuales. Es importante que los mayores se adapten a los cambios que se dan en la sociedad y para ello, debemos ofrecerles oportunidades de formación. Partir de la experiencia vital favorece la incorporación de nuevos conocimientos coherentes con valores, creencias, habilidades y hábitos que faciliten este proceso.

La educación permanente pretende ayudar a los estudiantes a satisfacer sus necesidades, ser un servicio a la colectividad, complementar la oferta de formación y la participación e integración social de los mayores, una mejor adaptación a los cambios sociales, culturales y tecnológicos. Generalmente, en las clases, se usa la experiencia de los mayores como base para su instrucción. Una educación permitirá a los mayores mejorar su calidad de vida y relaciones sociales, con lo cual se sentirán integrados y parte de la sociedad que les rodea.

Las universidades son conscientes de la importancia de seguir formando a las personas mayores, por ello, muchas de las universidades públicas de España ofrecen programas para mayores. La educación para mayores promueve el acceso al conocimiento de diversos campos del saber, apoyar la formación permanente y desarrollar los intereses de los mayores.